domingo, 31 de agosto de 2014

RETAZO DE TRAVESÍAS.


Cuando era niña me sentaba en el parque de mi pueblo con mis amigas de infancia, más bien, mis amigas desde la infancia, y contábamos los aviones que pasaban por ese lugar pequeñito, haciéndose estrellas caminantes ante nuestros ojos. Verlos pasar era más que un espectáculo, era un sueño que se dibujaba en el cielo y se llevaba en esas luces parpadeantes la promesa de algún día emprender un viaje lejos, en una de esas estrellas flotantes.
Es muy fácil la vida cuando se observa como un niño con la vista al cielo desde un lugar que abre el telón para reflejar en luces estelares las sonrisas, en ese universo infinito que se poza como sábana sobre las casas pequeñitas que conforman un pueblo, allí donde uno empieza a construir ideales y se prepara para emprender viajes sin pronto regreso.
A medida que fui creciendo, el deseo de cruzar se hizo más intenso, el mundo había cambiado, la realización de una vida lejos se hacía cada vez más accesible y los tiquetes más baratos. Entonces todo se daría a su tiempo, pero se cumpliría, porque era un gran deseo.
La vida fue transcurriendo entre ires y venires a lugares cercanos a "la casa" que trajeron consigo nuevos comienzos y tropiezos y caídas y puestas en pie... y todas esas cosas que uno debe pasar cuando está viviendo y sin embargo, cada viaje se dio en medios de transporte pegaditos del suelo, entonces, faltaba un poco más para seguir creciendo.
Al final de una etapa laboral de corto tiempo, todo estaba decidido, no había por qué esperar más para emprender el vuelo. Con las ganas de seguir aprendiendo y de sacar a flote esa mujer aventurera que vive en mí (muy en el fondo) empecé el trámite para hacer realidad ese sueño. Todo listo! y me fui, a viajar lejos, con el miedo dobladito en la maleta y la sensación de extrañar todos los que se quedan.
Empieza el despegue y un nuevo comienzo, una elevación hacia las nubes cual ave por el cielo, la ansiedad en pleno y una enorme sonrisa cual niña en carrusel, disfrutando cada instante de la travesía y lo que a la vista pude apreciar, ese ángulo al que se anclan las ciudades y de a poco se van desvaneciendo hasta ser un punto casi invisible. No fue menos de lo que esperaba, no será lo mejor para muchos, pero era mi sueño y desde allí pude visualizar un trozo de geografía natural fascinante.
A veces es bueno recordar cuan pequeños somos en el mundo y sin embargo, cuan inmenso es el alcance de lo que deseamos. Aquí estoy empezando en otro lugar más lejos de "la casa",  iniciando de nuevo, recordando, extrañando, descubriendo... sintiendo todas esas cosas que uno siente cuando está viviendo.