viernes, 26 de julio de 2013

Retazo de Nostalgia.

“Yo creo que somos lo que recordamos, lo que de cierta manera nos ha ayudado a crecer un poco y sigue ahí, cada vez que volvemos al pasado….”
En el tiempo de cerrar etapas y comenzar otras, me trasladé a otro lugar, a otro barrio, a otra calle, a otra casa y desde allí precisamente, desde esa casa que fue mia por tanto tiempo y por la que nunca debí pagar un peso porque generosamente alguien se seguía ocupando de mí mientras  creciera lo suficiente para salir a habitar otro lugar; desde allí, en un cuarto de grandes ventanales presencié dia a día la monótona pero inquietante (para mí) vida de un adulto mayor que pasaba horas enteras justo al frente, en un segundo piso de la “gran casa”, en un pequeño cuarto adecuado como oficina con grandes ventanales que dejaban ver un escritorio, una silla giratoria, un viejo archivador, una estruendosa máquina de escribir y un gato que a veces vigilaba en la ventana.
No sé a qué actividad concreta se dedicaba el señor pero siempre estaba ahí, muy temprano al salir de casa lo veía escribiendo y en silencio y me despedía de su silueta y tambien en silencio, lo saludaba al regresar, nunca supe que escribía, pero imaginé que era un poeta, o historiador, o quizá un tinterillo, con el tiempo suficiente para resolver algo que tal vez ya no tenía solución; en fín, él seguía tecleando fuertemente y yo, imaginando las historias guardadas en el viejo archivador.
Ese señor hizo parte de mi vida sin saberlo, desde allí me enseñó el valor de la constancia y la pertinencia en la labor, aprendí!!! y luego lloré cuando tiempo después ví que alguien más limpiaba su oficina y un poco más tarde un señor de grandes anteojos, asomó a la ventana, miró la calle, cabizbajo recorrió el lugar, finalmente dio media vuelta y salió de allí, era él, por primera y única vez ví su rostro, su silueta en pie y en silencio me despedí.
Nunca más lo ví, no sé qué pasó, por qué dejo de escribir, por qué no regresó... solo sé que dejó un gran vacío, un eco ausente de la vieja máquina y una inquietud sin resolver.
No le he olvidado, sigue ahí cuando regreso al pasado y visualizo la “gran casa”, la oficina vacía en el segundo piso y en frente: mi casa, por la que no pagué y he dejado con nostalgia, cuando ha llegado el tiempo de abandonar mi fortaleza para seguir creciendo, para empezar otra etapa en otro lugar.