lunes, 20 de mayo de 2013

Retazo de orejas mochas.

Antes que nada debo decir que ésta es la versión que cuento desde mi propia perspectiva, con mi propia oreja mocha.
Uno creería que ciertas cosas en la vida son muy obvias, como el hecho que la convivencia con los seres que uno comparte más que la sangre, sea una fortaleza en la que podrá resguardarse siempre que el resto del mundo se ponga tan pesado… Sí, eso creería uno, y eso precisamente me imaginaba yo.
Por tradición de una familia bastante maternal en la que se ha obtenido triunfos sin mucho elogio, se ha vencido batallas sin escudos varoniles, se ha cumplido doble papel para los hijos...en fín,  donde esa figura paternal no ha sido más que el breve empujoncito para el resultado de nuestra existencia, la mía y la de otros dos que a consecuencia han sido mis hermanos, con quienes me he formado para la vida y de a poquitos hemos construído camino de añoranzas.
Como la labor de madre no es sencilla y mucho menos si toca asumirla sola, a mi madre le tocó mocharse media oreja para asumir situaciones angustiosas que la hicieran ver menos fuerte, es decir, hacerse la o el  de la oreja mocha es no prestar mucha atención a situaciones que fácilmente se pueden resolver si no se les da importancia y que de lo contrario pueden resultar bastante dolorosas.
Ahí empieza la travesía de este cuento, que ha formado orejas mochas no solo en mi familia, sino en la sociedad consumidora del bienestar del otro.
Nacer, crecer, surgir, responder, aprender, con suerte reproducirse, resignarse y esperar la muerte; un modelo de vida aprendido de la misma sociedad... por lo que yo después de haber nacido y medio crecido debí empezar a surgir y aprender y para lo cual fue necesario alejarme de mi casa si es que quería que esa enseñanza valiera la pena; entonces me fui, por cumplir, porque era la mejor opción, porque así tocó y cualquier queja o deseo de quedarme un poco más era una manifestación de cobardía a la que solo bastaba mocharle media oreja antes que pasara el bus de turno. No quedó de otra, tocó surgir con la oreja mocha!!!
Ya lejos de casa empecé a vivir, con una oreja medio incompleta pero dispuesta a reconstruirla si encontraba motivación suficiente, algo que no fue nada sencillo porque en vez de esto encontré en el camino orejas mochas desde que empezaba el día, con el señor de la buseta que justo tenía la oreja mocha del lado que uno saludaba y le agradecía al bajar, con la gente q pasaba sin nada que desear al otro, ni un saludo, ni un insulto, con los que pasaron al lado de habitantes de la calle y quisieron mocharse más que la oreja para evitarlos en el camino, o la ama de casa que se dejaba mochar la oreja para salvar el matrimonio, o el tipo que iba repartiendo esperma en promoción y se mochaba la oreja si éste alcanzaba otro nivel para no correr el riesgo de ser llamado papá, o la gente que además de tunga se hacía la ciega para no buscar cestos de basura y tener la excusa para dejar tirado en la calle el papelito o la gente que fiaba sin pena y se mochaba la oreja a la hora de pagar, etc. y así desde altos funcionarios públicos hasta trabajadores de “call center” que muchas veces se ponían el teléfono del lado de la oreja mocha y del otro lado de la línea, inocentes se quedaban desahogando penas y reclamos sin respuesta, me fui encontrando con gente medio sorda, que se reconstruía la oreja solo de ser necesario y si de ñapa le traía algún beneficio personal… eso era el mundo! un cúmulo de tungos con orejas mochas suficientes para ensordecer de orgullo y otras veces reir a carcajadas aunque el resto se siguiera mochando las orejas. 
Menos mal todavía queda "fortaleza" y un camino largo para andar con un megáfono =)